La obesidad continúa siendo tema de gran preocupación a nivel mundial ya que según el último informe de la OCDE la epidemia se agrava y no hay signos de retroceso de la misma en ningún país. Esto nos lleva a pensar que hay mucho más que nuestros hábitos entre las causas de esta enfermedad y que vivimos en un mundo obesogénico.
Dietas de mala calidad a menor precio
La industria alimenticia y la falta de políticas que ayuden a controlar la calidad y el precio de los alimentos tienen gran influencia en el desarrollo de sobrepeso y obesidad, pues hoy en día hay una amplia disponibilidad y fácil acceso a alimentos de mala calidad por un precio inferior al que poseen los alimentos saludables.
Y esto ha sido probado en un estudio recientemente publicado donde se señala que en la población de menor nivel socioeconómico, los alimentos procesados y ultraprocesados aportan mayor proporción de las calorías diarias.
Además, la población de bajos ingresos opta por alimentos densos energéticamente como aquellos que poseen azúcares añadidos, grasas e hidratos refinados porque su relación precio/calorías es conveniente. Es decir, aportan las calorías que necesitan a un menor costo y además tienen el valor añadido de ser sabrosos al paladar. Sin embargo, estos alimentos densos energéticamente no sacian como otros ricos en fibra y proteínas buenas por lo que conducen a una sobrealimentación pobre en buenos nutrientes como lo señala un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition.
Así, hoy presenciamos una gran prevalencia de obesidad en la pobreza que esconde bajo grandes y pesados cuerpos una desnutrición o carencia de vitaminas y minerales.
Cambios culturales: menos actividad física y comida casera
Además de variables económicas, los cambios culturales propios de la humanidad en el último tiempo también favorecen el desarrollo de sobrepeso y obesidad.
Jornadas laborales más extensas, mayor y más fácil acceso a tecnología, menor elaboración de alimentos en casa, pérdida de la comensalidad o del «comer en sociedad», y otros factores que influyen en nuestros hábitos condicionan la dieta y el nivel de actividad física.
El comer menos en casa y elaborar cada vez menos comidas caseras nos empuja a comer más calorías y a tener hábitos alimentarios más desordenados o menos sanos. Asimismo, se traduce en un mayor consumo de alimentos listos para consumir o ultraprocesados que poseen peor calidad nutricional según concluye una investigación de la Universidad de Cambridge.
El mayor y más fácil así como económico acceso a aparatos electrónicos y diferentes tecnologías reducen nuestro gasto calórico al disminuir las probabilidades de que realicemos actividades cotidianas activas.
El amplio acceso a una pantalla por ejemplo, también incrementa la influencia de la publicidad en nuestros hábitos así como el poder de la industria alimenticia sobre nuestras decisiones alimentarias, pues con estrategias de marketing nos empujan a optar por productos de mala calidad nutricional o que «equivocadamente» consideramos sanos.
Medios de comunicación y presión social
La publicidad y los medios de comunicación también influyen en nuestra imagen corporal al promover un ideal de belleza que se opone al estimulo de alimentos hipercalóricos y que a lo largo de la historia ha cambiado mucho llegando hoy a valorarse el cuerpo delgado en demasía.
Incluso desde pequeños somos expuestos a imágenes y publicidades que generan conflicto en el desarrollo de nuestra imagen corporal, generando baja autoestima, frustración y rechazo al propio cuerpo que simultáneamente generan obesidad y otros trastornos de la conducta alimentaria como anorexia y bulimia.
La presión social ocasionada en gran parte por cambios culturales es también determinante del desarrollo de obesidad, al igual que la inseguridad que reduce las probabilidades de hacer actividad física al aire libre o el estrés y las pocas horas de sueño que nos empuja a comer más y peor.
Mundo obesogénico: ¿qué hacer al respecto?
Todo esto nos habla del origen multifactorial de la obesidad y de lo complejo que resulta su prevención y tratamiento, pues en casa podemos controlar parte del ambiente obesogénico, mientras que otra gran porción de la responsabilidad debe caer en los gobiernos quienes desde su posición pueden controlar la industria así como la educación escolar y de los hogares para favorecer hábitos de consumo más sanos y mayor actividad física.
En un mundo rodeado de presión social, de comida hipercalórica y al mismo tiempo de estándares de belleza inalcanzables, de bajos ingresos y pobre educación es muy complejo frenar la epidemia de obesidad que nos acecha por lo tanto, lo primero es comprender la gran complejidad de la enfermedad para después poder atacar sus principales causas.
Bibliografía consultada | Obesity update – © OECD 2017; The FASEB Journal, vol. 31 no. 1 Supplement 788.12; Am J Clin Nutr July 2005, vol. 82 no. 1 265S-273S; Public Health Nutrition, Volume 19, Issue 3 February 2016, pp. 530-538; y J Am Diet Assoc. 2011 Jul;111(7):996-1000. doi: 10.1016/j.jada.2011.04.011.
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Fuente: vitonica.com